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Sagrada Familia vs Opera House
El fenómeno del movimiento turista. El icono de la ciudad
No deja de sorprender que cada año, a la vez que miles de catalanes, cámaras en mano, se desplazan a Sídney para ver la Opera House diseñada por Utzon, miles de australianos se desplazan a Barcelona para disfrutar de la experiencia de visitar la Sagrada Familia. Es curioso pensar que muchos de estos visitantes se cruzaran en los aeropuertos con objetivos similares pero en localidades diferentes.
Aparte de la experiencia arquitectónica que es estar en una de estas obras, ¿qué es lo que estos edificios nos dicen de las ciudades en las que habitan?
Este artículo trata lo que se puede entender de ambas ciudades a través del análisis de estos dos edificios representativos.
RELACIÓN ARQUITECTURA Y CIUDAD
Viniendo de un país en el que la sensibilidad hacia la arquitectura es un referente mundial, de una región de la que surgió uno de los estamentos urbanos más fuertes llevados a cabo y desarrollado con rigor en las grandes urbes del mundo, el Ensanche Cerdà, es implícita en la formación de un arquitecto la relación inherente que existe, y si no existe es porque se ha planteado de manera equivocadamente aislada, entre arquitectura y urbanismo. Entre el edificio y el entorno en el que se implanta como un juego entre una masa y un vacío, o entre un vacío y la pieza que le da sentido entre otras.
Y pasa, cuando se contempla y analiza la capital del estado de Gales en Australia, que uno trata de identificar esta relación, a menudo marginadamente casual. Pero a pesar de esta ausencia de una relación coherente con la urbe, al espectador siempre se le va la mirada de nuevo hacia aquello para lo que había venido, aquello para lo que muchos en definitiva se desplazan de un extremo al otro del mundo: ver la Opera House de Sídney.
EL HITO DE LOS SYDNEY SIDERS
El arquitecto danés diseñó la pieza colocada allí donde el vacío del puerto le cedió su lugar, esta pieza que entra en relación no solo formal con su entorno, sino también física a través de ‘promenades’ que llevan a vistas y a encuentros paisajísticos. La Opera House, como hito paisajístico que remarca la ubicación del paseo marítimo allí donde la parte más densificada de la ciudad, el ‘Central Business District’ se relaciona con el mar. Con todos los entrantes y salientes de agua salada, a veces dulce, Sídney abraza un mar repleto de embarcaciones que lo convierten en un espacio de relaciones efímeras, un espacio semi-urbano de olas y plazas de agua que se generan alrededor de la Opera House. Este edificio situado al límite entre agua y pavimento, provoca y atrae a todo un movimiento de masas, mayoritariamente turístico pero también local, actuando como catalizador y generando una activación económica, social y dinámica en el sitio inmediato en el que se encuentra.
La Opera House, objeto arquitectónico que coloca la ciudad costera en un punto de mira mundial, igual que La Sagrada Familia lo hace con la ciudad condal, atrayendo a creyentes religiosos y turistas intrigados por ver las formas geométricas que Gaudí proyectó para la todavía inacabada entidad religiosa.
EL ORGULLO DE LA CIUDAD CONDAL
A diferencia del edificio australiano, cuando se comienza a construir, el proyecto de la Sagrada Familia se sitúa aislado en medio del que era entonces un entorno rural. Se trata de un edificio que a lo largo de los más de 130 años de historia ha ido evolucionando a medida que lo hacia su entorno, cada vez más urbano. En cuanto a su relación con el ensanche, se acordó que el edificio quedara situado en medio de una cruz formada por 5 manzanas del Ensanche que quedarían vacías. Aún así, la ciudad ha ido creciendo hasta absorber este edificio tan emblemático que deja un vacío dentro de la intensa densidad de Barcelona a la vez que su conjunto de torres, añaden un carácter paisajístico al edificio, actuando a modo de hito en medio de la ciudad.
UN JUEGO GEOMÉTRICO COMÚN
Además de su posición estratégica en la ciudad, hay un componente visual que hace de estos dos iconos unos referentes mundiales. Ambos edificios podrían tener en común un fuerte enlace formal, el juego geométrico del cual está basado en estructuras complejas de la naturaleza que se hacen presentes para resolver la dilucidación del arquitecto. Mientras que la obra costera utiliza el lenguaje geométrico como estrategia para relacionarse con el entorno paisajístico - marítimo, el edificio modernista utiliza la forma como herramienta para expresar su contenido, el religioso, acariciando la luz natural con su estructura catenaria. Una obra se sitúa en el vacío creando paisaje; la otra abre un vacío en la densidad de Barcelona.
Y qué, si no, ejemplifica mejor que estos dos hitos, cómo cada ciudad se ha constituido en su propia morfología urbana. Una con su intensa relación paisajística, priorizando su contacto con la naturaleza y olvidándose, por el momento, de su corazón urbano; el otro definiendo con claridad la relación de espacios de dominio público que afectan a la sociedad que la habita.
MÁS ALLÁ DE LA OBRA
Ciertamente, hay algo muy admirable en estas obras con un valor tan potente como para atraer gente de culturas muy diversas. A pesar de que ambos proyectos comienzan de la mano de un arquitecto, llega un momento en el que es la obra la que cobra vida, sobrepasando la genialidad de su creador y requiriendo la colaboración de toda una comunidad, a menudo formada por gente de todo el mundo, para trabajar conjuntamente y llevarla a cabo.
Es entonces cuando la obra deja de pertenecer al arquitecto para ir mucho más allá; sobrepasados los límites de lo individual y lo local, pasa a formar parte del imaginario colectivo del hombre definiendo unos nuevos límites de la humanidad y haciendo algo que va más allá del individuo y la sociedad contemporánea, hacer ciudad.
Victor O.Alcami + Cristina Aranzubia, Corresponsals COAC a Sydney, Austrália.