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Infraestructura de sutura en Sarajevo
Sarajevo es una ciudad ubicada en un valle alargado y estrecha, que discurre a ambos lados del río Miljacka, y se encuentra rodeada de montañas. Esta es una orografía que define el carácter de la ciudad a muchos niveles: accesibilidad, historia, climatología, relación con la naturaleza, etc. Su ubicación acota la accesibilidad en la ciudad básicamente por los dos extremos del valle, imponiendo un crecimiento urbanístico longitudinal de este a oeste que fuerza también los recorridos y la circulación alrededor de un eje viario largo que encadena los diferentes barrios de la ciudad en forma de espina dorsal del conjunto urbano, dejando las laderas de las montañas unas construcciones de grano pequeño, adaptadas al desnivel y que poco a poco se van fusionando con la naturaleza.
Esta disposición longitudinal funciona también como una línea de tiempo, donde la ciudad ha ido creciendo de este a oeste, desde el antiguo asentamiento Otomano ubicado en el extremo este, pasando por el actual centro administrativo y comercial de la ciudad, alzado en la época Austrohúngara, hasta los barrios del oeste edificados como grandes polígonos residenciales durante la época socialista.
A nivel climatológico, la ubicación y topografía del valle y las montañas de alrededor generan en Sarajevo un clima continental frío, con una fuerte inversión térmica durante el invierno que hace que la ciudad se encuentre durante meses, cubierta por la niebla. Bajo la capa de nubes que se instala, se crea un microclima de invierno muy específico, donde la niebla, la humedad, la masa de aire frío y la contaminación se acumulan en las cotas bajas del valle, dando como resultado un ambiente frío y muy duro hasta la llegada del verano.
Esta realidad ha hecho que los ciudadanos de Sarajevo desarrollen una relación muy especial con las montañas y la naturaleza alrededor de la ciudad. Estas montañas se sitúan por encima de la angustiosa capa de niebla que cubre siempre la ciudad, y se convierten en un resorte de sol y actividades invernales al aire libre, como el esquí. Las montañas de Sarajevo cuentan con diferentes estaciones de esquí alpino y nórdico, así como otros deportes de nieve. Todo ello a no más de 30 minutos en coche desde el centro de la ciudad.
Al Mont Trebevic, uno de los pulmones verdes de la ciudad, y lugar predilecto para excursionistas y familias que quieren pasar su tiempo de ocio en la naturaleza, se podía acceder durante años con una telecabina construido en 1959, que unía el centro de la ciudad con la parte alta de la montaña. Los Juegos Olímpicos de Invierno de 1984 también promovieron la creación y la mejora de muchas instalaciones deportivas que posteriormente quedaron como un bien común para la ciudad: instalaciones de esquí, saltos, bobsleigh, hoteles de montaña, polideportivos, y etc.
Ahora bien, durante la guerra de Bosnia en los años 90, esto cambió radicalmente. Las mismas montañas tan apreciadas por los ciudadanos de Sarajevo, se convirtieron en su peor enemigo. Esta misma orografía, se convirtió en una trampa mortal para los habitantes de Sarajevo. Desde las crestas de las montañas se llevó a cabo el feroz asedio de la ciudad, lugar desde el que la ciudad recibía, diariamente y durante años, la lluvia de morteros y los disparos indiscriminados de francotiradores. Las montañas se convirtieron en el espacio ocupado por el enemigo.
Este recuerdo, junto con la división política y territorial posterior al conflicto, dejaron las montañas divididas entre los diferentes Cantones. Todo ello ha llevado a que durante años existe una desconexión física y emocional entre los habitantes de la ciudad y sus montañas. Durante el conflicto, la antigua telecabina que unía el centro de la ciudad con el Mont Trebevic quedó destruido. El acceso por carretera implicaba tener que cruzar varias veces de un Cantón a otro. Todo ello acentuó aún más esta separación física, dejando a los habitantes de Sarajevo desconectados de sus espacios naturales más apreciados.
Pero este hecho, no sólo implicó la pérdida durante años de su espacio natural por excelencia, sino también, una constante y progresiva degradación de las infraestructuras deportivas y de actividades de invierno que albergaba la montaña. Uno de estos ejemplos es la famosa pista de bobsleigh, construida para los Juegos Olímpicos de 1984. En estos momentos totalmente abandonada, se ha convertido en un gusano de hormigón, de geometrías imposibles, penetrando los bosques de Trebevic. Obra de gran valor paisajístico y arquitectónico, convertida hoy en día en un magnífico y surrealista lienzo por los graffiteros de la ciudad y en una ruta de infraestructuras abandonadas por aquellos turistas inquietos que visitan la ciudad.
Durante los últimos años, los habitantes de Sarajevo reclamaron la inversión pública necesaria para rehacer la conexión con el Mont Trebevic, reconstruir la telecabina y devolverle a la ciudad un espacio natural de verdadera importancia social, que forma parte de los recuerdos y del imaginario colectivo de sus habitantes. Esta conexión implicaría también una revitalización de las antiguas infraestructuras existentes en la montaña que hasta ahora habían sido completamente abandonadas.
Durante años el Ayuntamiento no se movió, ya fuera por desinterés o por falta de recursos económicos, y la telecabina seguía sin ser reconstruido. Finalmente, la entrada de capital privado en forma de donativo desde Suiza, cubriendo gran parte del presupuesto, más una aportación restante por parte del Ayuntamiento, permitieron que este año se pudiera inaugurar el nuevo la telecabina. Ha sido un hito largamente perseguida y promocionada por parte de la sociedad civil en Sarajevo, que finalmente se ha conseguido, y Sarajevo vuelve a contar con una conexión directa del centro de la ciudad hasta su espacio natural más cercano.
Esta infraestructura, aparentemente sencilla, tiene unas implicaciones sociales y económicas muy importantes para una ciudad como Sarajevo. Es una infraestructura de sutura, que, por un lado, une de nuevo la ciudad y a sus habitantes con sus montañas y espacios naturales, que durante el conflicto de los años 90 les fueron brutalmente sustraídos. Finalmente, este simple cable, reconstruye la relación entre las diferentes comunidades separadas durante el conflicto y promueve la actividad económica y el intercambio social y cultural entre las dos Esquinas.
Quizás la primera infraestructura a beneficiarse de la nueva conexión ha sido justamente la famosa pista de bobsleigh, el inicio de la que se encuentra a escasos metros del punto de llegada de la telecabina. Se trata de una pista altamente técnica, con un recorrido que serpentea por dentro de los bosques. Durante años albergó entrenamientos y competiciones de bobsleigh, skeleton y otros deportes de descenso.
El valor de esta infraestructura, pero, no es sólo deportivo, sino también paisajístico ya que se convierte en una pieza artificial encostrada de forma magistral a la montaña que ha redefinido su paisaje. Es innegable que la apertura de la nueva telecabina ha hecho que la antigua pista de bobsleigh vuelva a aparecer en los mapas, aunque sólo sea como elemento de atracción turística, encajada dentro de la categoría "de infraestructura abandonada de visita obligada". Y no es para menos, es una impresionante infraestructura, que sólo por su historia, definición geométrica y ubicación, tiene un inestimable valor histórico y cultural para la ciudad de Sarajevo. Y ahora vuelve a estar a sólo 15 minutos desde el centro de la ciudad.
La importancia de la nueva telecabina al Mont Trebevic, va mucho más allá de un simple medio de transporte, ya que se convierte en todo un símbolo de normalidad, de rehacer el deshecho durante años, medio de conexión entre ciudadanos de Sarajevo y sus vecinos, mecanismo de relación entre ciudad y naturaleza, revulsivo regenerador de actividades de ocio, económicas o comerciales. En definitiva, se convierte en un cable que sutura la ciudad a todos los niveles.
Relja Ferusic Manusev, arquitecto. Corresponsal del COAC en Sarajevo, Bosnia y Herzegovina. Noviembre 2018