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Miguel Milá, proyectista de artefactos
Imatge:
Miguel Milá en el COAC en la inauguración de la exposición "Correa&Milá en perspectiva" en 2023 © COAC
Conocí a Miguel cuando, en el segundo curso de carrera, junto a Lluís Clotet, comencé a trabajar en el estudio de Federico Correa y Alfonso Milà. Hablo de 1962, hace de ello más de sesenta años. Miguel colaboraba en los proyectos de amueblamiento del estudio. Había comenzado la carrera de Arquitectura pero, agobiado por los repetidos cates de matemáticas superiores y cálculo diferencial, la había abandonado hacía poco. Él aseguraba que fue el día más feliz de su vida, pero Federico le recriminaba que fuese una renuncia perezosa. Aunque Miguel abandonó los estudios, nunca dejó de pensar como un arquitecto, en particular como José Antonio Coderch, maestro admirado por todos nosotros.
Desde un principio, aquel dandy motorizado, algo tartamudo y dotado de la elegancia, la ironía y el humor característicos de su familia, me cayó de maravilla. Ha sido una amistad nuca interrumpida desde entonces.
Recuerdo el desplazamiento a San Sebastián con motivo de la inauguración de una tienda que BD, en colaboración con Peñita Ganchegui, abría en aquella ciudad. En aquellos años, BD había rescatado la producción de la lámpara TMC, que se hallaba descatalogada, y la relación con Miguel era fluida y frecuente. Con él, los arquitectos de Studio Per, nos fuimos a San Sebastián en una furgoneta Volkswagen. Durante el viaje, Miguel nos ofreció un amplio e inolvidable repertorio de rancheras mexicanas. Afición que no le abandonó ya que, hace muy poco, le pregunté al músico Alfonso de Vilallonga cómo había encontrado a Miguel -que ya estaba delicado- en su última visita. Alfonso me dijo que lo había visto animado, que habían cantado bastante.
Varias veces he comentado con compañeros de profesión que los arquitectos tienen una determinada manera de afrontar los proyectos de diseño algo distinta de los puros diseñadores industriales. Si pensamos en los diseños de Aalto, de Jacobsen, de Eames, de Mollino, de Ponti, de Magistretti… encontramos algo de Milá: un proyectista de artilugios discretos, bellos y convincentes.
Oscar Tusquets Blanca
15 de agosto de 2024
Desde un principio, aquel dandy motorizado, algo tartamudo y dotado de la elegancia, la ironía y el humor característicos de su familia, me cayó de maravilla. Ha sido una amistad nuca interrumpida desde entonces.
Recuerdo el desplazamiento a San Sebastián con motivo de la inauguración de una tienda que BD, en colaboración con Peñita Ganchegui, abría en aquella ciudad. En aquellos años, BD había rescatado la producción de la lámpara TMC, que se hallaba descatalogada, y la relación con Miguel era fluida y frecuente. Con él, los arquitectos de Studio Per, nos fuimos a San Sebastián en una furgoneta Volkswagen. Durante el viaje, Miguel nos ofreció un amplio e inolvidable repertorio de rancheras mexicanas. Afición que no le abandonó ya que, hace muy poco, le pregunté al músico Alfonso de Vilallonga cómo había encontrado a Miguel -que ya estaba delicado- en su última visita. Alfonso me dijo que lo había visto animado, que habían cantado bastante.
Varias veces he comentado con compañeros de profesión que los arquitectos tienen una determinada manera de afrontar los proyectos de diseño algo distinta de los puros diseñadores industriales. Si pensamos en los diseños de Aalto, de Jacobsen, de Eames, de Mollino, de Ponti, de Magistretti… encontramos algo de Milá: un proyectista de artilugios discretos, bellos y convincentes.
Oscar Tusquets Blanca
15 de agosto de 2024
15/08/2024