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Exposición: Juegos en la sombra. Manuel Valls Vergés
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En recuerdo de un amigo: Joan Margarit
Yo, la arquitectura, siempre la he ejercido con Joan Margarit. Fuimos socios, claro, pero por encima de todo fuimos grandes amigos.
Nos conocimos en el laboratorio de cálculo de estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona a mediados de los años 60, cuando él era el director y yo entré para cubrir una plaza vacante. Comenzamos a trabajar juntos y la complicidad fue inmediata, en pocos años habíamos publicado más de 15 libros y monografías a cuatro manos. No lo sabíamos, pero ya no nos separaríamos nunca más.
Fue una época de gran creatividad en el cálculo de estructuras, a causa de la poca normativa existente y la potencia de cálculo de los ordenadores que teníamos a mano. Esto nos permitió innovar y desarrollar, por ejemplo, el método Margabux para calcular estructuras porticadas mediante mesas de amplio alcance. También dimos consistencia al método de asimilación de estructuras discontinuas a estructuras continuas que nos permitió abordar las tridimensionales de grandes luces. La cúpula del mercado de Abastos de Vitoria, con 80m de luz, fue el máximo exponente y ganó el Premio Europeo de Estructura Metálica. Entonces, esta potencia de cálculo llevó a creer en el “todo es posible”, pero desgraciadamente, la arquitectura no siempre hizo un buen uso. Con todo, conseguimos que se incluyera el cálculo matricial en el plan de estudios de arquitectura.
En los años 80 abrimos un tímido estudio en mi piso familiar de plaza Letamendi. De allí nos trasladamos al Quod de Sant Just, donde nos alquilaron un pequeño espacio para que nos instaláramos. Fuimos creciendo y en poco tiempo tuvimos que ocupar el parking. Allí estuvimos unos 10 años, pasando frío y desarrollando, entre otros, el proyecto del Estadio Olímpico de Barcelona. Ganarlo nos permitió tener un estudio propio, y en 1991 nos trasladamos a la calle Major, 26 de Sant Just Desvern. Allí se consolidó nuestro compromiso profesional.
La nuestra fue una colaboración muy frutífera, desde la docencia y la investigación de los primeros años, hasta la dirección de obras tanto grandes como pequeñas. Si nos dedicamos con tanta intensidad fue, sin duda, porque nos lo pasábamos muy bien trabajando juntos. El humor y el buen humor que compartíamos fueron esenciales, así como el respeto y la confianza que nos teníamos. Fuimos generosos el uno con el otro, respetando las necesidades de cada uno. Donde no llegaba uno, llegaba el otro.
Fueron 40 años trabajando juntos, comiendo casi cada día juntos, compartiendo inquietudes, alegrías y momentos familiares. Durante todos estos años compaginamos la docencia en la Universidad con el ejercicio de nuestra profesión. De esta larga etapa destacan las siguientes obras: la cúpula de Vitoria, el refuerzo del monumento a Colom, la remodelación del Estadio y la anilla Olímpica de Montjuic, la rehabilitación de la Fábrica Aymerich i Amat de Tarrasa como Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña, el cálculo y dirección de las obras de la Sagrada Familia, el estadio Carlos Tartiere, la Villa Universitaria, así como las obras de rehabilitación para el derrumbamiento de las obras del metro en el barrio del Carmel. ¡Éramos felices haciendo lo que hacíamos y nos gustaba hacerlo juntos, y sólo esto ya fue un éxito!
Joan, como él había explicado muchas veces, siempre repartió el peso de su dedicación entre dos puntales, la poesía y la arquitectura que, sin interferirse, se alimentaban mutuamente. Yo siempre lo he conocido con una libreta en el bolsillo y sabía que Joan llegaba a nuestras citas una hora antes para tener tiempo de sacarla y hacer poesía. Yo llegué siempre puntual, pero nunca antes de tiempo.
De todo lo que hicimos juntos, nos marcó especialmente las rehabilitaciones masivas de polígonos de viviendas modestos construidos bajo la presión migratoria de mediados del siglo XX. Las visitas a estos edificios nos abrieron los ojos a una realidad punzante, toda una lección de vida. Estos pisos y la gente que allí vivía nos obligaron al rigor de la calidad, y a él, además, lo inspiraron en poemas como “Recordar el Besós”:
Les finestres de nit, amb la llum groga,
són ulls voltats pel rímel de l'asfalt.
Recordo el pis: una bombeta morta,
gossos i infants damunt d'un matalàs.
En la cuina, corrupta, sense porta,
amb verdet als plats bruts amuntegats,
un noi escolta un vell pick-up que toca
discs de drapaire, però tots de Bach.
Els cables negres d'alta tensió
la lluna sobre el riu els fa brillar.
Sota el pas elevat de l'autopista,
la desolada terra de ningú,
corral de cotxes de segona mà.
Per a aquest món, cap més futur que Bach.
Lo que forjamos, Joan, fue mucho más que una colaboración profesional, fue por encima de todo una fuerte amistad.
Hasta pronto, amigo.
Carles Buxadé